Venezuela sin terapia: una mirada sobre la salud mental

Recientemente el medio digital aliado Efecto Cocuyo, dio a conocer públicamente su nuevo proyecto Venezuela Sin Terapia. Se trata de un especial que deja en evidencia el daño en la salud mental que ha dejado la pandemia en Venezuela, que ya traía a cuestas la calamidad de la crisis humanitaria.

A través de testimonios y cifras, el trabajo pone la mirada sobre las afecciones psicológicas resultado del confinamiento y de las dinámicas impuestas ante la propagación del COVID-19.

El sondeo ejecutado asegura que 7 de cada 10 personas, de un total de 1152 que respondieron la investigación, se sintieron afectados psicológicamente tras el inicio de la pandemia.

El proyecto contó con la validación y alianza de psicólogos e instancias que operan sobre el tema de la salud mental.

Como parte de la alianza que hemos forjado con Efecto Cocuyo, desde REACIN nos involucramos con el proyecto a través de nuestro investigador Manuel Llorens, quien en una breve entrevista nos habla sobre la importancia de la iniciativa y los detalles de la colaboración desde nuestra red.

¿Por qué es Venezuela sin terapia una iniciativa tan relevante para el país?

El proyecto es relevante porque lo temas de la salud mental muchas veces quedan relegados en medio de una crisis tan fuerte como la que ha atravasado Venezuela en diferentes ámbitos. Y en particular los pacientes psiquiátricos graves suelen ser de las poblaciones más excluidas y abandonadas. No solamente en Venezuela, en todo el mundo.

Pero en el caso de Venezuela eso ha llegado a niveles muy dramáticos. Esta investigación visibiliza esta dimensión de la vida del país, y de las necesidades emocionales que han surgido, entre otras cosas, como consecuencia de la pandemia.

El equipo de Venezuela sin terapia hace una encuesta periodística, obteniendo más de 1000 respuestas que dan una visión amplia de los niveles de malestar. Además, complementan datos cuantitativos con cualitativos, ofreciéndonos de esta manera un panorama del sufrimiento.

Adicional al registro del nivel de sufrimiento, el trabajo también ejecuta un sondeo de los servicios disponibles, lo que plantea una situación muy alarmante del país, con una cantidad importante de centros psiquiátricos clausurados.

El equipo fue muy minucioso al momento de llamar a centros que supuestamente están disponibles, y recibieron escasas respuestas durante los tres meses de investigación. La falta de respuestas pone en evidencia del desabastecimiento que hay en este momento en el país, en lo que se refiere a provisión de servicios de salud mental.

¿En qué consistió específicamente tu trabajo en el proyecto y, por extensión, la alianza de Efecto Cocuyo con REACIN?

Desde REACIN venimos trabajando con Efecto Cocuyo desde hace algún tiempo. Hay un trabajo compartido tanto en la búsqueda de información, como en el ejercicio de pensar en temas que son de interés mutuo. Nosotros nos dedicamos a hacer investigación que, en algunos casos, tiene puntos en común con la investigación periodística.

Aunque pueda haber diferencia en el objetivo o en la metodología de trabajo, ha sido muy enriquecedor todo lo que hemos realizado con ellos en el marco de nuestra alianza.

Específicamente en el caso de Venezuela Sin Terapia, Laura Weffer, que es una de las directoras de Efecto Cocuyo, nos pidió que pudiésemos ayudar a pensar en la investigación, a validar las preguntas y los temas de la encuesta, y a hacer contactos con las personas con quienes conversaron.

Igualmente, encabezamos una formación donde facilitamos herramientas para la detección de niveles de riesgo y el manejo de situaciones de emergencia. Y es que una vez que uno empieza a preguntar sobre malestar psicológico puede tener lugar una situación grave.

Esto hace al proyecto más valioso e interesante, en tanto se han tomado las precauciones necesarias para, como periodistas, poder abordar responsablemente el tema de la salud mental.

Un problema invisible ante la crisis y el estigma

La crisis económica del país ha influido en el sistema de salud, que sabemos que en este momento es un sistema precario. La salud mental, asegura Llorens, suele ser de los temas a veces obviados u oscurecidos en los reportes.

Las enfermedades físicas más graves suelen tener más visibilidad, mientras que la enfermedad mental tiende a ser abordada desde el tabú. Y ante ese panorama es muy difícil generar conciencia sobre la importancia de no estigmatizar a las personas que sufren de algún tipo de malestar emocional o mental.

Afirma que la crisis de salud pasa por la salida de muchos profesionales hacia el exterior. Y en el área de la psicología y la psiquiatría ha sucedido igual. Es decir, ha habido una migración importante de profesionales que, entre otras cosas, “podrían estar nutriendo en este momento a los posgrados”.

Llorens alega que la escasez de profesionales ya se arrastraba desde hace tiempo, porque hay pocas escuelas de psicología en el país, en comparación con los demás países suramericanos. Pero que ahora, además, se ha ido agravando de manera progresiva con la migración.

Hemos visto cierres de servicios de psiquiatría, cierres de camas que son casos en los que siguen los servicios pero con una capacidad muy reducida, y hay además una existencia limitada de profesionales e insumos en los centros importantes.
Dicho esto, saltan a la vista los niveles de extrema gravedad. Y el detrimento del que es blanco el sector de la salud mental se hace obvio en casos en los que, por ejemplo, hay pacientes que han muerto de hambre, estando hospitalizados en centros de salud mental. O han muerto por una infección, cuando solamente lo que necesitaban era antibiótico.

¿Qué acciones se pueden ejecutar desde la sociedad organizada y el Estado para hacerle frente a los problemas de salud mental que padecen un número importante de venezolanos?

Una de las respuestas posibles pasaría, por supuesto, por exigirle al Estado que sepa dotar los servicios de forma oportuna y funcional. Sin embargo, ante todas las demás áreas abandonadas por el Estado, la de salud mental, nuevamente, queda relegada. No está dentro de las prioridades.

Pero esa realidad lo que hace es aumentar la necesidad de seguir visibilizando la gravedad de las condiciones que viven los pacientes mentales, así como la irresponsabilidad con la que el Estado ha operado.

Es importante favorecer el fortalecimiento de las redes de profesionales en salud mental que hay. En esa misma línea, por ejemplo, está actuando el Colegio de Psicólogos del Estado Miranda. Ha habido, por otro lado, redes que se han gestado como Psicólogos sin fronteras. Una respuesta a la urgencia por organizarse frente a la necesidad de maximizar los recursos.

Desde el trabajo que hemos realizado en la Universidad Católica Andrés Bello, en el Parque Social Padre Manuel Aguirre y el posgrado de Psicología Clínica Comunitaria, hemos insistido es que también hay que trabajar en diseñar dispositivos que no dependen nada más de la presencia de profesionales de salud mental. En otras palabras, hay una cantidad de herramientas que tienen que ver con organizaciones de personas con diferentes intereses y necesidades, que pueden gestionar servicios que sirvan para la salud mental, aunque no necesariamente estén dirigidos por profesionales del área.

Sabemos que la cantidad y la calidad de los vínculos que tienen las personas constituyen un factor protector muy importante en temas de salud mental. Todo lo que podamos hacer para caminar en función de una sociedad civil organizada en diferentes temáticas e intereses, también es una manera de favorecer la prevención de trastornos mentales. Recordemos que lo que más daña es el aislamiento y la fragmentación de los vínculos.

Precisamente en ese sentido se construye nuestra alianza desde REACIN, con un medio como Efecto Cocuyo, en el marco de un proyecto como Venezuela sin terapia. Estamos orientados a sumar esfuerzos y a aprovechar el ejercicio conjunto de los comunicadores sociales e investigadores para poder posicionar el tema de salud mental, y por esta vía incidir en la prevención, que es un factor clave.

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