Los venezolanos en Colombia: un fenómeno no reversible
Conversamos con José Luis Lopez Noriega, Sociólogo venezolano, de amplia experiencia tanto en el quéhacer académico como en la acción social. Se encontraba exiliado en la Bogotá, Colombia, desde donde pudimos hacerle esta entrevista en torno al problema de la migración colombo-venezolana. Recientemente falleció, y queremos presentar este material, no solo por el gran valor de su reflexión sobre tema migratorio, sino también como un homenaje a su persona.
José Luis, cuéntanos cuál es la situación actual de los migrantes venezolanos.
La última generación de migrantes es cada vez más pobre, por lo tanto se tiene la dificultad de que tienes un pobre en cualquier parte del mundo. Llegas siendo pobre. Y que a una sociedad —que además tiene sus propios pobres, tiene sus propias brechas, tiene sus propios problemas— le corresponda integrar a una población pobre, representa una complejidad.
La verdad es que la migración de venezolanos hacia Colombia empezó más o menos en el año 2009, y esa primera generación de migrantes fue básicamente, profesionales de muy alto nivel, posiblemente especialistas del mundo petrolero, inversionistas que veían que el mercado venezolano se comenzaba a estrechar…
Esa primera migración está estable, está bien, está integrada, no hay mayores inconvenientes con ellos. Pero por supuesto que eso ha ido cambiando abruptamente. El 80% de la migración de venezolanos en Colombia, que son aproximadamente un millón seiscientos cuarenta y tres mil venezolanos, se ha producido desde el 2017.
Entonces las dificultades de la migración venezolana no solamente es que ha sido mucha, sino que ha sido en muy poco tiempo, y —por supuesto — eso hace mucho más complicado conseguir la integración.
La sociedad colombiana ha hecho un esfuerzo importante por regularizar y gestionar de manera segura y ordenada la migración, pero todavía faltan cosas por hacer. Sobre todo para este último segmento porque fíjate: para el 2015, en Colombia, había ciento setenta mil extranjeros y ahora, solo venezolanos, hay un millón seiscientos cuarenta mil.
Para la cultura colombiana esto es algo nuevo. Colombia más bien es una sociedad expulsora de gente. Tiene aproximadamente 8 millones de colombianos en cualquier parte del mundo.
Esto no es, por tanto, un problema de diseño de una política pública. Se trata de comprender lo que significa tener a un vecino aquí. Y para eso va a pasar algún tiempo para que la sociedad pueda sentirse definitivamente a gusto con alguien a quien no invitó, además.
Dicho esto, debo decir que el Estado colombiano tiene conciencia de esta situación, tenemos 2300 kilómetros de frontera, tenemos una historia que nos une para bien o para mal y tenemos un futuro que nos une irremediablemente.
Los venezolanos somos para Colombia como cuando a alguien se le rompe una canilla en un baño, y uno no sabe cómo responder. Así que la deja sin atender. Y resulta que cuando vuelve ya el baño está inundado, pero todavía cree tener tiempo para hacerlo después, y se va. Y al volver, tiene el apartamento inundado. Se va y vuelve, y entonces ha molestado a los vecinos porque se inundó todo el pasillo…Hay que ocuparse de eso. No pueden dejar de ocuparse de nosotros. Nosotros somos una canilla rota.
¿Qué recomendaciones puedes dar para tratar de mejorar la situación que se está dando con los migrantes venezolanos?
Primero recomendaría que el Estado colombiano comprendiera que la migración venezolana no es una situación reversible. Las migraciones, cuando se producen de la manera en la que se ha producido la nuestra, no vuelven a su país de origen si no en un promedio de 17 años después.
Fíjate que un tercio de la migración proveniente de Venezuela a Colombia se trata de colombianos que retornan.
La gente comienza a tener descendencia en Colombia, comienzan a estabilizarse de alguna forma, por las buenas o por las malas.
Y lo que es necesario que el Estado colombiano asuma, es que ya tienen una segunda generación de problemas derivados de la migración con nosotros, para la cual las respuestas parecen insuficientes. Pero ya tienen que dar respuestas, en términos de integración, abrir sus mercados laborales, flexibilizar para que puedan aprovechar la potencialidad que eventualmente podamos significar.
Ya hay áreas de la actividad económica colombiana para las cuales se va a abrir una ventana demográfica de 5 o 6 años. Eso es una bendición. El área agrícola, por ejemplo.
Dicho por la presidenta de la Federación Nacional de Cafecultores, el 90% de la mano de obra de las cosechas del año pasado fue provista por venezolanos. Por venezolanos que, además, tienen en promedio 25 años. Es decir, un segmento cuya mano de obra había envejecido en el campo.
Hay una oportunidad, que al mismo tiempo es una oportunidad medio contraintuitiva, porque quien se iba a imaginar que un muchacho mototaxista de una esquina Boleita o Petare iba a terminar cultivando café en Colombia. Si a cualquiera de nosotros nos hubieran preguntado, habríamos dicho que es imposible.
La migración lo lleva a uno a esos esfuerzos de innovación de sí mismos y de encontrar la manera de estar bien en el lugar donde uno va estar. Eso es lo que está pasando.
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