La asignatura pendiente: la violencia dirigida hacia las mujeres de Caracas

Nuestra investigadora asociada Andrea Chacón, en trabajo conjunto con Monitor de Víctimas, Runrunes y Caracas Mi Convive, lideró una investigación que pretende aproximar al lector a la violencia de la que son víctimas las mujeres en Caracas.

Con este boletín, desde REACIN, nos hemos propuesto ofrecer insumos claros, ante la necesidad de análisis, frente a la carencia de información y, por extensión, a la invisibilidad de esta realidad.

En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, les dejamos —a continuación—, un PDF del trabajo para su descarga.

El poder reparador de lo simbólico. Reflexiones para nuestro país

Desde nuestra red, gracias al trabajo de nuestros investigadores Francisco Sánchez y Verónica Zubillaga, y en alianza con Paz Activa, publicamos El poder reparador de lo simbólico. Reflexiones para nuestro país. Un documento que se concentra en el valor de lo simbólico en el marco de un proceso de reparación marcado por la violencia y la pérdida.

El trabajo, que contiene comentarios de Cristian Correa del Centro Internacional de Justicia Transicional, se forma sobre la base de testimonios de mujeres, cuyos hijos han sido víctimas de operativos policiales, y del registro que se ha hecho en esas mismas comunidades que han sido blanco de estas acciones sostenidas de violencia.

En Reacin, el uso desproporcionado de la violencia en manos de cuerpos de seguridad del Estado y las terribles consecuencias que estas dinámicas generan en la sociedad, han sido foco central de nuestra acción investigativa. En diversos artículos de opinión y entrevistas para medios, nuestros investigadores han alertado sobre la urgencia de gestar políticas públicas que incidan directamente en el respeto sistemático de los Derechos Humanos, y por extensión, en la no normalización de la violencia.

Esta vez, este trabajo nos ha ofrecido la oportunidad de seguir reflexionando sobre la posición de la víctima, sobre el sosiego que buscan a través de la justicia.

Descarga el documento a continuación:

Las víctimas invisibles de la violencia armada: una mirada sobre los lesionados por balas en Caracas

Para existir frente al Estado es necesario ser “contado”, es decir, la existencia de estadísticas que den pie a la acción y control desde lo político y lo público, para así construir cualquier situación en una problemática social que debe ser mirada y atendida.

Como lo he reiterado en numerosas veces, en Venezuela, el acceso a estadísticas exhaustivas, confiables, transparentes y detalladas sobre cualquier tema vinculado a la violencia es complicado, por no decir inexistente.

Esta situación no es distinta para el caso de las personas que son lesionadas por balas en el país; no existen estadísticas oficiales que evidencien el número, contexto y situación de los lesionados por balas, por lo que, finalmente, estas personas son convertidas en víctimas invisibles de un Estado que no los construye como ciudadanos o víctimas ni toma responsabilidades frente a la ausencia en su función del monopolio de la violencia.

Por esto, como parte de mi trabajo doctoral, se hizo un esfuerzo en construir datos estadísticos a partir de registros administrativos de dos hospitales y un centro de rehabilitación en Caracas, con el fin de dibujar el panorama de los heridos y dimensionar esta problemática en la ciudad, evidenciando que las principales víctimas son hombres jóvenes de sectores vulnerables y precarios, siguiendo la misma dinámica mostrada por los homicidios. Todo esto es un esfuerzo para hacer visibles a estas víctimas invisibles en el espacio público e invisibilizados por y para el Estado venezolano; personas que ni siquiera se constituyen como víctimas sobre las cuales habría que hablar, pensar o exigir políticas desde la esfera pública.

Breve descripción metodológica

Como se mencionó anteriormente, los datos construidos tienen como origen registros administrativos de dos hospitales y un centro de rehabilitación de Caracas; así, en

uno de estos hospitales se tuvo acceso a los “libros” de entrada de emergencias de politraumatismos entre 2017 y 2019, y en el segundo, a las historias médicas de los pacientes lesionados por causas externas (no asociadas al propio cuerpo) entre 2018 y 2019. Es importante mencionar que éstas fueron las fuentes de información autorizadas para el acceso a los datos porque no existían datos transcritos o digitalizados sobre lesionados por balas.

Se registraron los ingresos por heridas de bala, armas blancas, agresiones (golpes, ocasionados por otras personas u objetos contundentes), linchamientos, heridas causadas por la activación de granadas y heridas por perdigones. Finalmente, se recopilaron datos de 219 personas ingresadas al centro de rehabilitación entre 2016 y 2018, y 6.132 casos en los hospitales, entre 2017 y 2019.

Una mirada sobre a los lesionados por balas en Caracas

Entre 2016 y 2018, ingresaron al centro de rehabilitación consultado 219 personas para ser hospitalizadas e iniciar su proceso de rehabilitación, todas ellas sobrevivientes a lesiones ocasionadas por balas, y a consecuencia de ello, sus cuerpos quedaron con algún tipo de discapacidad, leve o intensa, que puede ser temporal o permanente y que debe ser tratada con rehabilitación integral.

Así, se tiene que las personas ingresadas a este centro siguen el perfil de los afectados por los homicidios y la violencia en general: en el 92% de los casos son hombres con edades comprendidas entre 15 y 44 años (87% en promedio).

Aunque el porcentaje de mujeres lesionadas ingresadas a ese centro de rehabilitación es muy bajo, la mayoría de ellas se encuentran entre los 25 y 44 años.

En cuanto a los dos hospitales estudiados, se recolectaron datos de 6.132 casos registrados, entre 2017 y 2019, la mayoría de las personas ingresadas fue a causa de heridas por armas de fuego, seguida de casos de agresiones (golpes) y heridas por armas blancas.

Tabla 1. Caracas. Frecuencia y porcentaje de las causas de politraumatismos ocasionados por violencia de personas ingresadas en dos hospitales caraqueños, 2017 a 2019.

Fuente: Chacón, 2021

Si se observan estas cifras por año, se encuentra que los casos de heridos por armas de fuego siempre superan al resto de las causas de politraumatismos por violencia, en cada uno de los años estudiados, lo que habla de la importancia del abordaje de este tema, no sólo desde la muerte, sino también desde la lesión y la vida que sigue a partir de ella.

El perfil de los lesionados por armas de fuego

Cuando se analizan los datos recolectados según el sexo de las personas heridas, tenemos que, en el caso de las armas de fuego, 86% fueron varones y 8% fueron mujeres. En las agresiones, el porcentaje de mujeres aumenta, y en las heridas por arma blanca, ocurren en el 82% de los casos en los varones y 16% en mujeres.

Gráfico 1. Caracas. Frecuencia de casos de heridos por armas de fuego, agresiones y armas blancas según sexo, 2017 a 2019.

Fuente: Chacón, 2021.

Es de notar que la violencia que es potencialmente más letal es aquella a la que afecta en mayor medida a los varones, mientras que entre las mujeres las balas no son tan frecuentes como lo pueden ser las agresiones.

Y, en el caso de las edades de las personas ingresadas en estos hospitales, surge un elemento interesante: las lesiones por arma de fuego empiezan a aparecer a partir del grupo de edad de 5 a 9 años, desde allí su presencia se intensifica hasta llegar a su clímax entre los 20 y 24 años. A partir de ese momento empieza a disminuir, siendo superado por las heridas por arma blanca y agresiones a partir de los 35 años. En adelante, las personas ingresadas estaban lesionadas, principalmente, por agresiones. Es decir, en los adultos a partir de los 35 años son menos frecuentes las heridas por balas, y con el tiempo disminuye la presencia de las armas blancas, prevaleciendo las agresiones.

Por el contrario, en los más jóvenes, de los 10 a 34 años, la herida por arma de fuego supera por creces a las otras dos modalidades de violencia interpersonal, y la intensidad de su presencia va aumentando a medida que aumentan las edades.

Gráfico 2. Caracas. Frecuencia de casos de heridos por armas de fuego, agresiones y armas blancas según grupos quinquenales de edad, 2017 a 2019.

Fuente: Chacón, 2021.

Siguiendo las mismas tendencias que pueden ser observadas para los homicidios en Venezuela (en América Latina, en general) las principales víctimas afectadas por las balas son varones con edades comprendidas entre los 15 y 34 años, justamente los momentos más productivos en términos académicos y económicos en las trayectorias de vida de las personas.

Los datos sobre el hecho

En principio, se tiene que de las personas ingresadas a estos centros asistenciales sólo 7.1% llegó sin signos vitales, mientras que 92.5% llegaron vivos (no se tuvo registro del 0.4% de los casos). Esto, de alguna manera, puede hablar de una posible tasa de supervivencia en las heridas de bala que debe ser considerado.

Por otro lado, se tiene que entre las dificultades que debe superar el lesionado por bala para sobrevivir y recibir asistencia médica en Caracas (y, en Venezuela en general), es ser apoyado y trasladado por un tercero hasta los centros asistenciales luego de que ocurre el hecho violento, debido a que, dada la crisis económica del país, las ambulancias son escasas. En este sentido, se encontró que en más de la mitad de los casos registrados fueron asistidos y trasladados por funcionarios policiales o militares (51.2%) , 43% por personas conocidas por la víctima, 3.8% por desconocidos y el 2% restante por bomberos, protección civil y paramédicos.

Destaca el porcentaje de personas asistidas y trasladadas por funcionarios policiales o militares. Aunque no se cuenta con las evidencias para afirmar contundentemente que quienes hieren a las personas son estos mismos funcionarios, dadas las políticas de mano dura e intensamente militarizadas aplicadas por el gobierno bolivariano desde, al menos, 2015, se pudiese entender que la presencia de ellos pudiese estar relacionada con el hecho de violencia, es decir que, los policías o militares son los que se encontraban en la escena de los disparos, y terminan siendo los que trasladan a las personas. Esto puede apoyarse con los datos del siguiente gráfico.

Gráfico 3. Caracas. Porcentaje de funcionarios policiales o militares que asistieron y trasladaron a heridos por armas de fuego a los centros asistenciales estudiados según su cuerpo de pertenencia, 2017 a 2019.

Fuente: Chacón, 2021.

Relacionado a lo anterior, es importante señalar que, en los registros, pudieron encontrarse casos de heridos llevados por los policías o militares que, de alguna manera, ocultaban su identidad institucional; los funcionarios llegaban en carros sin placas o se negaban a suministrar su número de placa institucional o nombre. Esto ocurrió en 10 de los casos de heridos por armas de fuego registrados, dos de ellos llegaron sin signos vitales a la sala de emergencias.

Es de destacar que, en promedio, aproximadamente 25.1% de las personas que llegaron a emergencias sin signos vitales estaban registradas como trasladadas por funcionarios policiales o militares, en comparación al 2.3% cuando en el caso de que el herido haya sido trasladado por familiares, vecinos, amigos o conocidos.

Cuando se profundiza aún más en los datos se encuentra que en los casos trasladados por policías o militares, el CICPC (41%) y el FAES (21%) son quienes transportan la mayor cantidad de personas sin signos vitales a las salas de emergencia de los hospitales estudiados.

La ubicación geográfica de los lesionados

Las parroquias El Junquito, Catedral, La Vega, Macarao, Antímano, Santa Rosalía, El Valle, Coche, San Juan y El Paraíso son las diez que mayor cantidad de lesionados concentra; además, este ranking incluye al municipio Petare del estado Miranda. Estos cuentan con tasas que van desde 51,3 por cada 100.000 habitantes en El Junquito, hasta 12,3 en Caricuao.

Tabla 2. Zona Metropolitana de Caracas. Tasa (por cada 100.000 personas) de residencia de los lesionados por armas de fuego ingresados en los hospitales estudiados, 2017 a 2019

* Municipios del estado Miranda.
Fuente: Chacón, 2021.

Los datos aquí presentados y construidos a partir de registros administrativos permiten tener una idea general de qué es lo que está ocurriendo con los lesionados por balas en Caracas, sin embargo, se hace urgente, tomar medidas para hacer visibles y reconocer a estas personas como víctimas de la violencia armada en el país, generar políticas públicas para su atención, controlar el flujo continuo e incesante de armas y municiones y construir políticas de seguridad ciudadana coherentes con los derechos humanos.

Las ausencias del Estado venezolano: vulnerabilidad e indefensión de los lesionados por balas en Caracas.

En Venezuela, las víctimas no-fatales de la violencia armada son invisibles frente a la mirada y acciones del Estado. Este, por un lado, no asume las responsabilidades pertinentes hacia las personas que fueron afectadas por la ausencia de políticas de control de armas y municiones; y por el otro, no protege a las víctimas luego de que la bala hizo estragos en los cuerpos de las personas.

La invisibilidad llega a al punto en que ni siquiera existe una estadística sanitaria oficial que muestre un panorama sobre los heridos de bala en el país y sus contextos. Como se señaló en un texto previo publicado para este portal, esto es definitorio, ya que constituye la diferencia entre “existir” o no frente al Estado.

Las vulnerabilidades y carencias exacerbadas.

Las balas no solamente se llevan por delante los cuerpos, sino también las metas y sueños de aquellos a los que hiere, marcando las trayectorias de vida de las personas. Esto ocurre con mayor intensidad cuando la bala genera algún tipo de discapacidad, para lo cual las personas deben reconstruirse como tal, aprender a manejar un cuerpo nuevo en entornos que pueden ser bastante hostiles, especialmente en lo urbano.

A esto debemos sumarle la crisis socioeconómica y de infraestructura que se vive en el país. Imagine entonces, pasar de la noche a la mañana a un nuevo cuerpo en un contexto en donde los servicios sanitarios y de rehabilitación están bastante limitados, o en donde la calidad ha disminuido. En donde el acceso a los insumos médicos —como sondas, cojines y anti escaras— y a las medicinas es limitado, y debe ser financiado por la persona. Un contexto en el que el acceso a las ayudas técnicas desde las instituciones del Estado —como sillas de ruedas, muletas y andaderas— implica largas listas de espera que pueden llevar años. En una ciudad hostil para las personas con discapacidad; con un transporte público que limita el acceso día con día —metro sin escaleras eléctricas, ascensores sin funcionar, etc.— entre otras muchas cosas. Las líneas de este texto se me podrían acabar escribiendo todas las dificultades y obstáculos a los que quedan expuestas las personas con discapacidad en el país.

Aunque en Venezuela se cuenta con una “Ley para las personas con discapacidad” desde 2006, y se espera una reforma de esta para el año 2021, la protección desde el Estado que allí se contempla, en términos de políticas sociales y de inclusión, es prácticamente inexistente. En el trabajo de campo realizado entre 2018 y 2019 en Caracas, pude ser testigo de cómo las personas heridas por balas y con algún tipo de discapacidad difícilmente logran abrirse espacio en el mercado laboral formal, llegando a depender de la informalidad y sus importantes condiciones precarias de inestabilidad y la vulnerabilidad frente amenazas en la calle y las limitaciones para la movilidad en la ciudad. O bien, a depender de grupos de apoyo y familiares para su sustento y la adquisición de medicinas, insumos, ayudas técnicas, etc.

Algunas de las personas con discapacidad que conocí durante mi trabajo de investigación reciben una especie de pensión de la llamada “Misión José Gregorio Hernández”, focalizada en personas con discapacidad con bajos recursos y localizadas en sectores no urbanos del país (MPPEFCE, 2021). Esta es pagada a través de la plataforma Patria, previa aprobación del Consejo Nacional para Personas con Discapacidad (CONAPDIS). Para mayo de 2021, este monto es de Bs. 1.080.000 mensuales, lo cual se traduce en $USD 0,37 teniendo como referencia el tipo de cambio publicado por el Banco Central de Venezuela (BCV), el día 17 de mayo de 2021.

Esta breve descripción del panorama la he hecho con la idea de dimensionar los niveles de precariedad, carencia y vulnerabilidad a los que esta población está expuesta, en medio de la desidia e invisibilización de las que son víctimas desde el Estado.

Los no “contados”

Como se mencionó anteriormente, en Venezuela no existen registros oficiales publicados sobre los heridos por bala; solamente existe el registro administrativo hospitalario, pero que no es sistematizado para la construcción de una estadística que haga visibles a estas víctimas de la violencia.

Por tal razón, dentro del trabajo de investigación que realicé, desarrollé una arista cuantitativa con la idea de construir estadísticas parciales sobre esta situación, como un haz de luz en medio de la desinformación y la invisibilización. Esta tarea la realicé sistematizando los registros administrativos de dos importantes hospitales de la ciudad de Caracas en el año 2019. Allí, logré registrar información de heridos por bala, armas blancas y agresión fundamentalmente, entre los años 2017 y 2019.

Asimismo, pude obtener información del ingreso de personas heridas por bala con algún tipo de discapacidad (temporal o permanente) en un centro de rehabilitación de Caracas, entre 2016 y 2018.

En el caso de los registros hospitalarios, aunque los datos para los años 2017 y 2019 fueron parciales, se logró registrar 6.132 casos, de los cuales 41% fueron por herida de bala, 30% por agresión y 29% por armas blancas. Y, en el centro de rehabilitación, entre 2016 y 2019 se registró el ingreso de 219 personas heridas por balas.

Los heridos, en ambos registros, eran hombres (92% para el centro de rehabilitación y 86% en los hospitales) con edades comprendidas entre los 15 y 34, siguiendo las mismas tendencias que pueden encontrarse para el caso de los homicidios.

Por otro lado, es importante mencionar que las mujeres son las principales víctimas de heridas por arma blanca, con una tendencia que inicia a los 10 años. Además, las agresiones empiezan a superar en frecuencia a las balas y armas blancas a partir de los 40 años, siendo la forma de violencia principal utilizada hacia las personas de la tercera edad.

Para la localización geográfica de la ocurrencia de heridos por bala, se logró calcular una tasa (por cada 100.000 habitantes) a nivel parroquial; allí se posiciona en el primer  

lugar de ocurrencia El Junquito (51,3), seguido por Catedral (44.3), La Vega (32), Macarao (27,1) y Antímano (21,8), para completar el ranking de las cinco parroquias con mayor incidencia.

Además, se identificó que en estos dos hospitales, no sólo trataban de emergencia a personas que residían en Caracas, sino también de estados aledaños como Miranda y Vargas, y estados con mayor lejanía como Zulia, Táchira, Trujillo, Falcón, Lara, Yaracuy, Portuguesa, Cojedes, Carabobo, Aragua, Guárico, Bolívar, Monagas y Sucre.

Luego de este brevísimo recorrido por la situación de las personas lesionadas por balas y al dimensionar las magnitudes de ocurrencia del fenómeno, solamente queda pensar en los niveles de precariedad y vulnerabilidad a los que el Estado venezolano expone a estas personas a través de la negación e invisibilidad de la problemática de las víctimas no-fatales de las armas de fuego. El Estado está ausente y deslindándose de las responsabilidades que, por ley, debe asumir.

Todo este panorama convierte a estas víctimas invisibles en no-ciudadanos, por lo que se hace urgente la generación de sistemas estadísticos nacionales para el registro de víctimas fatales y no fatales de la violencia y políticas públicas que, por un lado, atiendan a las personas lesionadas por balas para su inclusión en la vida social como sujetos de derecho, y por el otro, limiten y controlen la presencia de armas y municiones en las calles.

Las madres no se rinden: las mujeres de Orfavideh y su búsqueda de justicia y reparación

Desde Reacin hemos trabajado en este cómic que está basado en una investigación, coordinada por nosotros, en el marco del proyecto “Entradas y salidas a la violencia armada: economías ilícitas, actores armados estatales y no estatales, víctimas y perspectivas de reparación”.

El cómic ha sido realizado en un trabajo conjunto por Francisco Sánchez, Verónica Zubillaga y Manuel Llorens, investigadores de nuestra red, así como por el narrador, ilustrador y comunicador visual Lucas García.

¿Qué hacemos con tanto dolor?

Los relatos aquí presentados de forma visual fueron recogidos y elaborados a partir de un proceso de investigación-acompañamiento-acción con mujeres que perdieron a sus hijos producto de la violencia policial. Lo que aquí se narra y grafica son sus historias y luchas.

Contar con las voces de las propias personas afectadas se hace necesario para restituir el tejido social herido y buscar unos mínimos de compasión en una sociedad que está constantemente asediada por múltiples expresiones de violencia, pérdidas, duelos no elaborados, pero también luchas.

El escritor albanés Ismail Kadaré en un hermoso trabajo sobre la tragedia griega se pregunta por el origen de este género fundacional para el mundo occidental. Kadaré se alienta a imaginar qué pasaría en la mente y contexto de aquellos escritores para escribir de esa manera y sobre esas tribulaciones, y llega a una singular conclusión: los griegos fueron la primera civilización en aceptar la culpa/responsabilidad por la destrucción de toda una civilización, a saber, Troya. La tragedia, para Kadaré, no tiene origen en los cantos o fiestas dionisiacas, sino por el contrario, nace en los rituales creados alrededor de los entierros balcánicos, donde el dolor podía tener un lugar compartido, un lugar común.

Nada más cercano para nosotros que nos vemos diariamente confrontados con la infame pregunta ¿qué hacemos con tanto dolor?

El dolor no es necesariamente un movilizador de acciones. Mucho menos en la ausencia y detrimento de lugares comunes para hacerlo compartido. Esto ha sido bien estudiado por el sociólogo francés Didier Fassin quien, trabajando con víctimas y afectados por diferentes violencias en el mundo, acuña el término anestesia política. El dolor puede anestesiar al cuerpo político, inmovilizarlo, castrarlo, des agenciarlo y hacer que los señalamientos se conviertan en dagas internas, anulando las posibilidades de transformación y acercamientos en contextos donde, sin lugar a dudas, la población comparte problemas comunes.

Por eso creemos que sí, que es necesario conocer en mayor profundidad las diferentes latitudes de nuestros dolores compartidos, de nuestras tragedias, para, como nos invita la antropóloga colombiana Miriam Jimeno, buscar constituir una comunidad emocional y poder acogernos y sanar juntos; es decir, un lugar común emocional. Así como Kadaré, contemplar, imaginar, integrar. Este registro visual de testimonios esperamos se convierta en una herramienta para condolernos con las pérdidas de las madres y familiares. Es un sentido testimonio de las luchas cotidianas para levantar una voz que exclama: existimos y seguimos. Es también una muestra de la batalla de estas mujeres por recuperar la dignidad y los derechos lacerados.

Nos corresponderá entonces imaginar horizontes donde los diferentes dolores puedan tener lugares comunes. Así como hermanos países latinoamericanos que han transitado caminos largos, dolorosos,

buscando y develando verdades y responsabilidades con la esperanza de justicia. Al fin y al cabo, ese es el rol de la política, acercar a los polos antagónicos en una pugna que no pierda el sentido de la dignidad humana. Que el dolor no nos inmovilice y nos reste el sentido de la historia que vivimos y tenemos que poder superar. Así como las valientes mujeres que prestaron testimonio para el cómic, reconocernos como una sociedad herida es clave para reconstruir la comunidad política, así como también formas de reparación y sanación a todo el dolor que la violencia ha provocado.

Descarga el cómic en el siguiente enlace:

El registro sanitario de las víctimas invisibles de la violencia armada: los lesionados por armas de fuego. Un testimonio de investigación

El contexto y situación de los lesionados por arma de fuego en el país

En Venezuela, la violencia armada se vive, se padece, y cega muchísimas vidas, aunque no se sabe con precisión cuántas y de qué manera. Como tampoco se sabe la cuantía de armas en el país, su uso, situación y ubicación.

No se saben detalles de las víctimas de la violencia armada porque ésta ha dejado de ser noticia -con algunas excepciones, dependiendo de las dimensiones del hecho o quizá de quién sea la víctima-. Ni siquiera se puede conocer con precisión cuántas víctimas, pues desde hace más de una década no es posible acceder a estadísticas policiales oficiales, específicas y confiables que nos permitan, primero, entender cómo están construidos esos datos —qué categorizaciones hay detrás de ellas—; y segundo, entender las dimensiones de este fenómeno y consecuencias que genera.

Esta situación se intensifica cuando queremos indagar sobre las personas que son lesionadas por armas de fuego en el país. No existen estadísticas oficiales que nos permitan definir el número de personas que son alcanzadas por balas en un año, como tampoco podemos dimensionar las consecuencias que esos disparos tuvieron en el cuerpo y trayectorias de vida de esas personas.

En nuestro país, no podemos contar a “los que quedan vivos” luego de que la violencia armada hace su aparición. Esta ha sido mi preocupación en los últimos años.

Para que se pueda entender por qué estoy preguntando por los lesionados por armas de fuego en Venezuela y por qué he dedicado mi investigación doctoral al tema, es conveniente que haga referencia a las estimaciones que se hacen sobre este tema en relación a contextos de violencia armada:

“Se calcula que, por cada joven muerto a consecuencia de la violencia, entre 20 y 40 sufren lesiones que requieren tratamiento.” (Organización Mundial de la Salud, 2002).

“…se estima que por cada fallecimiento hay al menos 3 heridas incapacitantes.” (Lichte et al. 2010).

Ahora, hagamos el ejercicio. Siguiendo las estimaciones que propone la OMS, si deseamos vislumbrar un rango de personas lesionadas por armas de fuego en Venezuela entre el año 2000 y 2017, este iría, a grandes rangos, entre 4,5 millones y 9 millones de personas, dependiendo de la fuente que utilicemos para la aproximación (Observatorio Venezolano de la Seguridad o Anuarios de Mortalidad). Esto significaría que entre un sexto y un tercio de la población podría haber sufrido una lesión por armas de fuego.

Estas personas heridas por balas, pueden tener diversas consecuencias en sus cuerpos a partir del hecho, siendo las más extremas la presencia de algún tipo de discapacidad que genere limitaciones en la movilidad o en la cognición.

A esto, debemos sumarle que las víctimas de las lesiones sigue la misma tendencia que se registra para las muertes violentas ocasionadas por armas de fuego: los afectados en mayor proporción son varones con edades comprendidas entre los 15 y 44 años (con mayores tasas entre los 15 y 24 años). Justamente, las edades que pueden considerarse fundamentales para formarse y de productividad, en todos los sentidos, en la vida de una persona. Así, la lesión llega para modificar las vidas, cuerpos y posibles trayectorias de los jóvenes venezolanos, e incluso más, la economía del país al trágicamente perder esta capacidad productiva.

Después de precisar la relevancia que tiene esta problemática en el país, quisiera explicar cuál ha sido uno de los grandes desafíos y hallazgos del trabajo de investigación que he llevado a cabo.

Foto por Francisco Sánchez

Un testimonio del rastreo de información

Para poder entender el contexto de las lesiones ocasionadas por armas de fuego, el primer paso fue buscar estadísticas oficiales, que como ya he mencionado, no existen. Este es el primer hallazgo de esta investigación. Esta inexistencia habla de la invisibilidad de las víctimas frente a un Estado que no reconoce su situación como problema; que no las registra y que no genera políticas públicas para mejorar sus condiciones de vida, bastante vulnerables y precarias como los pude constatar en mi trabajo de campo.

A partir de allí, me propuse construir estadísticas que mostraran un panorama, así fuera parcial, de lo que ocurre con esta dinámica. Así, investigué cuáles eran los hospitales en los que se atienden y refieren a los lesionados por armas de fuego (por disponibilidad de insumos médicos principalmente). Identifiqué dos de los centros sanitarios más importantes de la ciudad y luego de semanas de gestiones, pude tener acceso a dos tipos de registros administrativos: los libros de entrada de emergencia de politraumatismos en uno, y a las historias médicas de pacientes, en el otro.

Ambas fuentes de información administrativa son registradas de forma rudimentaria, evidenciando duramente la precariedad sanitaria en el país: el registro se hace a mano, en papel, muchas veces reciclado, como alternativa a la falta de materiales de oficina. Se lleva sin mayores criterios de estandarización para el asentamiento de la información. Algunas veces se registran algunos datos del paciente, en otras no. Sin embargo, lo importante estaba allí: la causa de la herida o el traumatismo, la edad, el sexo del paciente y la fecha de ingreso.

Este trabajo artesanal, me permitió construir un contexto estadístico (parcial) para entender qué ocurre en Caracas en relación con los lesionados por balas, armas blancas y agresiones. Pero además, con ello pude realizar observación etnográfica del registro del dato estadístico, ya que día a día, al asistir a los hospitales para hacer mi propio registro de la información, pude observar dinámicas interesantes en relación al paciente, el trabajo administrativo, el manejo de la crisis dentro de las actividades cotidianas del hospital, entre otras.

En este sentido, no sólo logré contar con números que me permitan comprender y comunicar esta problemática, sino que pude entender que la trayectoria del dato estadístico de la lesión por bala, es corta, coyuntural y limitada. No llega a constituirse como una estadística sino se trata simplemente de un dato administrativo registrado y almacenado en cajas en los archivos, susceptibles a degradarse de los hospitales.

Foto por Francisco Sánchez

Ese dato administrativo no se digitaliza, transcribe, sistematiza, procesa, analiza o publica. Es un número más registrado en los “cuadernos” para el manejo del hospital, que no llega a constituirse en evidencia que pueda ser insumo para hacer visibles a las víctimas no letales de la violencia armada, y en consecuencia, constituirlas como foco de políticas públicas o simplemente, establecerlos en el centro del debate e interés público.

La presencia o ausencia de estadísticas oficiales producidas por las entidades oficiales constituye la diferencia entre “existir” (o no) frente al Estado. En el caso de los lesionados podría definirse como inexistencia total, constituyéndose así como “víctimas invisibles” y no debatibles de la violencia armada.

Al no existir, no sólo se niega la definición de ellos como víctimas sino además, se les niega la posibilidad de poder ser apoyados por políticas para su recuperación (y la vida posterior) al ser alcanzados por balas de armas de fuego sin control. En este sentido, se hace urgente y necesario el registro sistemático y periódico de los heridos por armas de fuego para visibilizar su situación y la gravedad de la dinámica de la violencia armada presente en el país.

Buscando justicia

Buscando justicia: aproximación etnográfica a víctimas de operativos policiales en su búsqueda de justicia y reparación. Pistas para la formulación de políticas públicas en reparación simbólica a víctimas y sobrevivientes de la violencia armada en el país.

Francisco J. Sánchez

En Venezuela el fenómeno de las ejecuciones extrajudiciales ha aumentado de forma dramática en los últimos años. De la mano con esto, no sólo los asesinatos cometidos por los funcionarios policiales representan una contradicción para el estado social, sino también la manera en cómo las víctimas secundarias y sobrevivientes de estas muertes no cuentan con los apoyos y contenciones por parte de las instituciones gubernamentales.

Leer más